Mi amigo Murphy

Mi amigo Murphy me hubiera advertido desde el principio que tuviera cuidado, que si algo puede salir mal, saldrá mal. Y es que mi amigo Murphy suele tener razón.
Ayer me empezó a doler un poco la garganta y cuando llegué a las 9 de la noche a casa pensé que, en vez de ponerme en seguida a hacer todo lo que tengo que hacer, podría sentarme al menos 20 minutos a disfrutar de un té hecho en leche bien calentito y ver la tele.
Calenté la leche en un cazo con la medida exacta de una taza (el microondas murió hace meses, lo echamos de menos), esperé a que se calentase y llené una de esas bolas metálicas que se cierra a un lado con té para introducirla en la taza. Una vez que ya estaba todo listo, me fui para el sofá, me arrepolliné un poquito y cuando fui a quitar la bola de la taza... plas!!! Se abrió y todas las virutitas del té quedaron flotando en la superficie... maldita sea!!!! Bueno, calma, pensé, lo cuelo y me lo bebo y, así de paso, se enfría.
Me levanto con todo el dolor de mi corazón del sofá, me voy hacia la cocina, busco el colador y no lo encuentro. Más de 5 minutos para dar con él. Pero finalmente, apareció y yo, feliz de haberlo encontrado, coloqué el colador bajo la taza y vertí su contenido sobre él, pero... animalito de mí, no puse otra taza debajo con lo que todo el contenido de la taza, a excepción de las virutas de té que quedaron convenientemente coladas, cayó desagüe abajo. En ese momento mi cabeza me llamó idiota en 4 idiomas diferentes y mi gato, que siempre me observa desde una de las sillas de la cocina cuando estoy trasteando, maulló como diciendo: "si es que no estás a lo que estás!". Así que tuve que volver a calentar la leche, limpiar el colador y esperar otro rato para hacerme otro té.
"Un pequeño contratiempo lo tiene cualquiera, Kuky" le dije a mi gato mientras le rascaba la cabeza al felino y se calentaba la leche. Cambié la bola del té para que no se volviera a abrir, cogí la taza, vertí la leche en ella y... ta chan! La taza se rajó por la mitad del calor y la leche hizo su fiesta particular en mi cocina. ¿Alguien está conspirando contra mí? Recogí la leche y pensé: "bueno, a la tercera va la vencida..." y volví a calentar la leche y volví a llenar la bola de té. Cuando por fin la taza no se rompió, la bola no se abrió y me pude arrepollinar en el sofá, ya había pasado la media hora que me había reservado, pero me quedé en el sofá tomándome mi té tranquilamente.
Sólo me había bebido la mitad y sólo habían pasado unos minutos cuando mi querida hermana, la semirebelde, llegó corriendo al sofá y saltó cual gacela sobre mí, pequeño animalito indefenso con la taza en la mano, y... zas! Mi hermana aterrizó sobre la taza y por tercera vez, volvía derramar su contenido.
Así que ya, un poco harta del té, recogí como pude el estropicio, no sin darle antes una colleja bien dada a mi hermana, y me marché a mi habitación a trabajar. Si es que le tenía que haber hecho caso al Murphy antes y haberme dejado de perder el tiempo!!!
Menos mal que tengo una madre que no me la merezco y que no cree en Murphy, porque justo cuando me iba a acostar, llegó con una taza de té para mí... al fin una ventaja de no ser independiente!