22 diciembre 2007

Me ha tocado el gordo

Y me ha tocado porque vuelvo a casa por fin!


Dentro de unas horas estaré volando rumbo a España otra vez y dejaré atrás tierras inglesas. He pasado la prueba de fuego, y parece que con con éxito, pero yo quiero volver ya.


Sólo me queda otra prueba más: la eterna lucha con mi maleta. Descubriré si 3 stones y 4,2 libras son 21 kilos o 20,9 y si me harán pagar o no... quién me mandaría a mi comprarme ropa aquí?????


Farewell England!

Happy Christmas Birmingham!




PD. Si a alguno le toca el gordo de verdad, viene a buscarme al aeropuerto en limusina o helicoptero?????

14 diciembre 2007

La vita é bella se planta

Cuando comencé la Vita é bella en Enero, el objetivo estaba claro: recopilar las cosas buenas del día a día hasta llegar a 2007, por aquel entonces el recién estrenado año, y así aprender a disfrutarlas más aun. El objetivo no se ha cumplido, pero claro, este año no ha sido muy bueno. No voy a decir que ha sido una m***** porque también ha tenido sus cosas buenas, pero podría decirlo. Aun así, ha habido cierto equilibrio: unos aspectos de mi vida han ido muy mal y otros han ido bastante bien.
Aunque no he llegado ni a la mitad del objetivo, creo que voy a plantarme en el 629. Después de todo, tengo que celebrarlo: he tenido todas esas cosas buenas en menos de 365 días y con eso me puedo sentir afortunada.

La Vita é bella se planta aquí. Al menos por este año.

Ciao!

10 diciembre 2007

Una historia

Se llamaba Yvonne, tenía 35 años y era peluquera. Cuando Bill, su pareja de toda la vida y mi padre, nos abandonó, yo veía que ella se sentía pérdida y sin saber qué hacer. Yo intentaba animarla, con mi risas y mis balbuceos, ¿qué otra cosa podía hacer un pequeñajo como yo de menos de un año para animar a su mamá? Casi siempre lo conseguía y poco a poco le dí fuerzas suficientes para hacer lo que siempre había querido: montar un salón de belleza en casa. Estaba contento porque mi mamá me mimaba y me cuidaba todo el día y las señoras que iban a cortarse el pelo me hacían monerías. Algunas eran muy feas y antipáticas, pero para dejar en buen lugar a mi madre, yo siempre les reía las gracias, para que vieran que niño tan agradable era yo. Algunas me daban ganas de llorar, como la señora Collins, que estaba arrugadísima, tenía una verruga horrible encima de la nariz y unas gafas enormes que hacían que sus ojos parecieran los de un búho. Eso por no contar los pelos horribles que le salían debajo de la barbilla y que mi madre le quitaba con unas pinzas cada vez que venía a arreglarse su rala cabellera. Pero yo siempre fui un niño muy valiente: reprimía mis pucheros y sonreía cuando la señora Collins me decía "qué niño más bueno" y me hacía cosquillas en la barriga.

Mi mamá siempre me sentaba en mi sillita al lado del espejo y veía cómo arreglaba el pelo de las señoras que iban a casa. A veces me quedaba dormido con el chasquido de las tijeras y el olor a champú que flotaba en el ambiente.

Cuando crecí un poco, empecé a cogerle el gusto a chillar y a jugar con la vibración de mi garganta. Las señoras seguían diciendo que era guapo, pero parecía que les molestaban mis juegos para seguir charloteando con mi madre, así que ella me bajaba de la silla y me dejaba gatear por toda la casa. Siempre me reñía cuando salía al jardín y quería meter la mano en la fuente, no entendía por qué.

Un día de verano, mi mamá se despistó y yo me fui derecho a la fuente para jugar con mi osito en ella. Quería lavarle el pelo igual que mi mamá hacía con la señora Collins. Con pocos esfuerzos me puse de pie e introduje el osito en el agua, que de repente se hizo muy pesado y se hundió en la fuente. Me puse a llorar un buen rato porque quería recuperarlo y no podía, pero al ver que mi madre no venía y que el osito seguía en el fondo de la fuente, decidí que yo mismo podía rescatarlo. Me encaramé de nuevo a la fuente, subí una de mis torpes piernas y... me caí para atrás. Volví a intentarlo un par de veces con el mismo resultado, pero yo tenía que recuperar a mi osito antes de que mi mamá terminara de cortarle el pelo a la señora Collins, aun tenía tiempo porque las oía hablar.

Por fin conseguí encaramarme a la fuente, me quedé unos instantes suspendido en el filo, hasta que estiré la mano para coger el osito y yo también me caí hasta el fondo. Alcancé el osito y me quedé abrazado a él, pero sentía una sensación de angustia, como si me faltara algo. En ese momento el osito comenzó a hablar, fue raro, porque no sabía que pudiera: "Quédate conmigo en el fondo, no salgas. Tu mamá vendrá a recogerte en un momento", me dijo. Esperé y esperé, pero nadie venía sacarnos. De tanto esperar, me quedé dormido.

Cuando me desperté, mi mamá estaba muy triste. Había recogido todas las cosas de la casa y guardaba sus tijeras en cajas. Yo le reía y le gritaba, pero parecía que no me escuchaba. Gateé hasta ella, pero parecía que no me veía. Unos hombres se llevaban las cajas y mi mamá, con lágrimas en los ojos salió por la puerta.

El osito que seguía a mi lado me dijo que mi madre estaba enfadada conmigo por haberme quedado en la fuente y que para que regresara tenía que coger todas las tijeras que encontrase en la casa y cortarle el pelo a cualquiera que fuese a ella. Pensé que tenía razón y durante un tiempo busqué tijeras que no encontraba, ya que la casa estaba completamente vacía.

No tenía miedo, porque mi osito seguía conmigo, pero estuve mucho tiempo solo.

Un día vinieron los hombres de las cajas y una mujer con dos niñas. Parecían simpáticas y tenían el pelo muy largo. Una alegría, así sería fácil cortárselo.

La primera noche que se quedaron allí, encontré un par de tijeras y les corté el pelo a las tres. Yo estaba muy contento con mi trabajo, pero ellas al despertar lloraron y chillaron. Parecía que tenían miedo. Debieron enfadarse también, porque tiraron todas las tijeras.

Yo estaba decepcionado porque sin tijeras, mi mamá no volvería... pero hace dos meses ha llegado una nueva chica a la casa. Habla raro, es morena, tiene gafas y le gusta quedarse en la cama todo el tiempo que puede.

Dicen las niñas que es una estudiante de intercambio. A mi no me importa. Sólo sé que tiene el pelo largo y que tiene unas tijeras pequeñitas en su neceser...



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Las tonterías que me cuentan en Inglaterra sirven para hacer historias... una historia.