03 febrero 2008

Perdidos

Ayer estuve charlando con un buen amigo y en medio de nuestra conversación, me confesó que se encontraba perdido, que sentía que no había conseguido nada en la vida y que todo le afectaba de especial manera.

Rebatí con muchas razones eso de que no había conseguido nada en la vida y le animé diciéndole que todo eso es simplemente un bajón por la etapa de cambios en la que se encuentra y que estaba segura de que en cuanto se estabilice su situación se volverá a sentir bien. Nos dieron las 3 de la mañana y con tanta charla mi amigo se evadió un poco de todos esos pensamientos y pasamos un rato agradable, delante de un té americano y un café español.

Me fui a la cama reposando los virus que me han visitado por cuarta vez en lo que va de año.

Esta mañana, con los virus en plena actividad, me he sentado un rato a leer frente a mi ventana y, de repente, en un momento de distracción, me he dado cuenta de que yo también me encuentro perdida, pero no me afecta. Y me he empezado a preocupar: ¿será que no me quiero encontrar? ¿será que ha llegado el momento de tomar decisiones y hacer cambios? ¿será que me da miedo afrontarlo?
Me he quedado mirando mi cuadro favorito de Klimt y me he vuelto a perder entre sus colores...

3 comentarios:

Antonio dijo...

Los estados de animo, en cierto modo, no se eligen. Y la libertad, creo, es sinónimo de encontrarse perdido en medio del bosque más de una vez. Andas y andas y parece que no has ido a ningún sitio. Así, que de perdidos, al río.

Saludos!!!

Anónimo dijo...

¿Será que nunca nos encontramos y esa búsqueda es la mayor de nuestras satisfacciones de vivir?

Yo no me preocupo, llevo perdido desde que salí de la placenta. Eso si, a veces me siento algo desorientado, pero hay miles de brújulas que te indican los buenos caminos, como la que tienes tú de Klimt.

SALUDOS

la cónica dijo...

Perderse en un mar de brazos amigos es una gran manera de perderse. Perder el sentido del tiempo en una conversación, olvidar el volumen de la risa, ejercer de cómplice hasta sin querer, con o sin café, es la sal de la vida.

De pequeña, cuando las verdades eran siempre ciertas y simples, pensé, ingenua, que la vida se solucionaba a los veinte. Pero el rumbo se encuentra cada día. Buenos son los planes, las metas y las cartas de marear, pero es mejor disfrutar del trayecto. Y contar con la posibilidad de perderse o con la posibilidad de una isla.

Besos (los besos nunca se pierden)