
Ayer estuve charlando con un buen amigo y en medio de nuestra conversación, me confesó que se encontraba perdido, que sentía que no había conseguido nada en la vida y que todo le afectaba de especial manera.
Rebatí con muchas razones eso de que no había conseguido nada en la vida y le animé diciéndole que todo eso es simplemente un bajón por la etapa de cambios en la que se encuentra y que estaba segura de que en cuanto se estabilice su situación se volverá a sentir bien. Nos dieron las 3 de la mañana y con tanta charla mi amigo se evadió un poco de todos esos pensamientos y pasamos un rato agradable, delante de un té americano y un café español.
Me fui a la cama reposando los virus que me han visitado por cuarta vez en lo que va de año.
Esta mañana, con los virus en plena actividad, me he sentado un rato a leer frente a mi ventana y, de repente, en un momento de distracción, me he dado cuenta de que yo también me encuentro perdida, pero no me afecta. Y me he empezado a preocupar: ¿será que no me quiero encontrar? ¿será que ha llegado el momento de tomar decisiones y hacer cambios? ¿será que me da miedo afrontarlo?
Me he quedado mirando mi cuadro favorito de Klimt y me he vuelto a perder entre sus colores...